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La experiencia literaria en tiempos digitales

por Diego Pereyra

Introducción


Estamos inmersos en tiempos en los cuales las ofertas de aplicaciones basadas en inteligencia artificial (IA) saturan la demanda de los usuarios. Los niveles de apropiación de dichas tecnologías son efímeros. Incluso, rige un enorme desconocimiento acerca de ellas. Algunos no saben de qué se tratan y ya podemos identificar, por lo menos, seis motores distintos. Un fantasma recorre el mundo y es posible que estemos ante un nuevo cambio de paradigma. En este contexto parece añejo hablar de tiempos digitales. Sin embargo, aquellos que estamos inmersos en cuestiones literarias parecemos abrumados por los avances tecnológicos, las nuevas formas de circulación y los nuevos soportes para la escritura y la lectura. Tengo la sensación de que no fuimos capaces de desplegar el potencial de posibilidades que subyacen ante la marea virtual. El avance tecnológico no tiene vistas de detenerse y cada vez supera con creces las expectativas depositadas. En consecuencia, se modifican factores sociales, culturales, políticos y económicos. Con respecto al último factor mencionado, el mercado cambia, se transmuta, asume nuevas y complejas formas y resulta complicado construir momentos de ruptura. Hernán Vanoli expuso que “[…] rara vez la literatura pudo oponerse al mercado […]” (2019, p. 4).  Por ello, ante la estampida electrónica y las modificaciones del mercado, nos resulta necesario reflexionar acerca de las nuevas experiencias de lectura y escritura literarias. 
 

En este sentido, haremos un recorrido por el valor simbólico y cultural del libro, su permanencia en el tiempo y espacio, el impacto hacia los soportes alternativos y la disputa que supone un cambio en las formas tradicionales. Desarrollaremos las primeras posibilidades para la literatura a partir de los avances tecnológicos, a saber: ser masiva y democrática. Es decir, el libro tenía y tiene un alcance limitado como mercancía. En cambio, los dispositivos electrónicos (a pesar de las brechas) nos aproximan de una manera u otra a los textos. Luego, analizaremos a los lectores y escritores en esta etapa. Para finalizar, reflexionaremos acerca de las posibilidades literarias y el potencial de la era digital.  

 

En cierta ocasión, escuché debatir acerca de las dificultades que presenta la lectura en voz alta de poesía. Algunas y algunos sostenían que, los versos estaban planificados para ser leídos en silencio, sobre el papel, para  que la mente desarrollara los sentidos que brinda el lenguaje poético. Parecía una blasfemia el acto mismo de trasladar a la oralidad aquello pensado para el papel y la cabeza. Podemos estar de acuerdo o no con estas afirmaciones problematizadoras; sin embargo, me surgió la siguiente pregunta ¿no existirán experiencias estéticas que solo puedan ser leídas desde la pantalla y no las estamos advirtiendo? O peor aún: ¿las estamos ignorando a base de prejuicios y nostalgia? 

 

Este ensayo pretende poner sobre la mesa algunos argumentos que abran posibilidades, potencien experiencias y construyan puentes entre lo que fue, es y será.

La sacralización del libro

Si nos damos vuelta y miramos hacia atrás, podemos encontrar que los materiales para el soporte de los textos se hacían con piedras, luego con madera, tablas de arcilla y demás materiales rígidos, pero con oportunidad de ser grabados. Hasta que llegó el papiro, apareció la tinta y con ello numerosos oficios profesionalizados, como los copistas. Posteriormente, fue sustituido poco a poco por el pergamino, que se conformaba con piel de animales y permitía el borrado de las escrituras. Fue un avance en términos laborales dado que facilitaba de forma considerable el trabajo de los copistas y generaba fuentes de trabajo. Todo ello contribuyó a que este elemento sea muy costoso. Cabe destacar que abundaban los textos mitológicos y religiosos, que daban un gran valor espiritual al contenido de las obras.

La aparición del códice (formato presente en la actualidad) vio la luz al inicio de la Edad Media (siglo V). El libro abandonó el rollo y el volumen para tener hojas cosidas de manera continua, hasta que apareció en escena el papel. Los contenidos fueron más diversos, ya no se trataba de escribir cuestiones espirituales sino también sobre ciencia y pensamiento.  A partir del siglo XVI, la hoja de papel conformaba las principales bibliotecas de las realezas europeas y comenzaba una circulación modesta, por cierto, pero con precios más accesibles dado que la celulosa de madera era económica. Marcaremos la llegada de la máquina a vapor como último gran cambio de paradigmas, cuando se agilizaron los medios de producción, se abarataron los costos, en consecuencia, la obtención de la mercancía se popularizó (“Historia del libro”, 2023).

El libro fue un vehículo del espíritu (por el bagaje religioso y místico de sus contenidos) para luego compartir lugares con el pensamiento y los saberes más duros. Se imprimían vastas experiencias humanas, la literatura y el catálogo fue creciendo. Detengámonos en pensar acerca del libro como soporte por excelencia de los textos:, su dominio abarcó todo un siglo y parte del actual. De allí su valor sacralizado como mercancía espiritual, científica, idónea, literaria, enciclopédica y costosa. Este mantra, en ocasiones, nos envuelve e impide que podamos buscar alternativas tanto para la lectura de los textos como también para la escritura. En este último sentido, Vanoli expresó:

 

Un paseo por cualquier burbuja de filtro donde participen personas con un mínimo interés literario mostrará que muchos, pese a ser escritores, editores y publicistas de nuestras propias escrituras, todavía anhelamos la publicación en papel. Porque el subproducto de árboles muertos añade expectativas de lectura a las obras. El papel reclama un aislamiento del flujo virtual. Y conecta con el archivo, con la tradición y con la idea de intervenir en un campo. (2019, p. 26).
 

Intervenir en un campo o pertenecer al campo literario o de la escritura están envueltos por el mantra de la tradición, como señala el autor. Y la promesa de aislamiento para los lectores busca protegerlos del acoso de notificaciones, avisos, llamadas, mensajes o cualquier alerta de los dispositivos. Claro que para el aislamiento en papel es necesaria una voluntad que el libro no garantiza por sí solo. En la esfera digital podemos señalar que podría existir una voluntad de “silenciar” y decidirse por el retiro del área de interrupción.

 

En este contexto, donde la circulación del libro estuvo limitada por múltiples factores, tanto económicos, educativos, sociales y culturales, no sería descabellado afirmar que, es más común tener un dispositivo electrónico que una biblioteca. Sin entrar en los detalles propios de la convergencia y utilidades que presentan los artefactos y a pesar de lo trágico que puede resultar el enunciado para quienes tenemos pasión por los libros; la posibilidad que se nos presenta en esta situación es de aproximación. El acceso a los libros, la literatura, los textos y las letras hoy es más sencillo. La democratización se efectúa evadiendo los obstáculos económicos, ecológicos y espaciales. Todos podemos acceder, porque a estas alturas no podemos prescindir del artefacto. 
 

Sospechamos que hay una resistencia hacia este movimiento que proviene de aquellos que mantenían (y mantienen) cautivos a los libros desde la esfera física pero también simbólica. Ya sea por el culto de la sacralización, por la mercancía o incluso por la tradición. El desplazamiento supone una modificación en: disminuir el mercado de los libros (habrá sectores que los descarguen en vez de comprarlos), en buscar nuevas maneras de negociación, en la industria editorial, etcétera. Empero, para no naufragar solo por estas aguas, me detengo en el valor simbólico que supone la democratización. De alguna manera, el perímetro que suponen los lugares donde encontrar “buena” (las comillas son irónicas) literatura, laceraba posibilidades concretas de acercamiento. Las empresas editoriales, las bibliotecas, las instituciones, la academia y demás espacios físicos que guardaban el valor simbólico de la experiencia literaria. La disputa por la democratización se dará con los sectores conservadores y/o tradicionalistas que ven peligrar no solo un segmento del mercado, sino que la potencia que ofrece la literatura en la subjetividad de las personas esté al alcance de todas y de todos. 

Quien haya llegado hasta aquí, pude suponer que este ensayo se opone a lo tradicional y no es exactamente así. Pueden convivir, incluso entiendo que deberían. Este ensayo tiene la pretensión de abrir puertas y no limitar experiencias. Nosotros luchamos contra las ideas instaladas de “la única experiencia literaria es a través de un libro”, “solo se conquista la belleza por el papel” y “lecturas eran las de antes”. 

Los nuevos lectores y escritores

 

Vamos a evitar profundizar acerca de la convivencia entre tradición y los nuevos modos en función de enfocarnos hacia las posibilidades de la literatura en un contexto del artefacto electrónico, multifuncional y masivo. Estamos de acuerdo en que el avance tecnológico es inevitable y no podemos estar ajenos a nuevas formas de comunicación y de experiencias. Desde luego, estas modificaciones traen consigo consecuencias en donde el cortoplacismo domina la atmósfera y nos ahoga. Graciela Montaldo explica que “la corta duración es el espacio en donde la obsolescencia tiene lugar; en donde se desintegran los sentidos, aquello que nos sumerge inevitablemente en un eterno presente" (2017, p. 51). Aquí subyace un problema que nos desafía, dándole visibilidad y problematizándolo, como también expone la autora: “[…] habitar el tiempo presente con la conciencia del cambio como problema de la experiencia cotidiana” (p. 51). Esto convida a los nuevos lectores a resumir y recortar, quitar sentidos. Entiendo que la labor de quienes ejercemos algún tipo de oficio en torno a la literatura radica en llenar de sentidos la brevedad. La web ofrece miles de páginas con frases que aturden y suenan a autoayuda, pero son extraídas de obras literarias emblemáticas. Nuestra posición no puede ser de oposición sino de conexión socolor de cerrar un circuito donde la experiencia es más rica y se llena de significados. El videoclip de una tiradera de rap viralizada comienza con un paratexto “[…] en algún lugar de la mancha […]” y es escuchada, cantada y visualizada por millones de personas a través de YouTube. Nuestro trabajo es llenar de sentidos ese breve y escueto enunciado en una experiencia estética a través de la obra. Insisto unir, gestar los puentes culturales de las expresiones artísticas para nutrir la belleza. Quienes no hayan leído el Quijote se están perdiendo de algo significativo y singular en la contemplación de la ametralladora de rimas. 

 

Por otro lado, y unificando la democratización de los textos, cabe señalar que con la escritura sucede algo similar. En el texto sobre “nativos digitales”, de Jimena Zuluaga Trujillo (2019), se plasma esta democratización en otro ámbito que dialoga con la literatura, a saber, el periodismo. Ella sostiene que “el nacimiento de los prosumidores (audiencias productoras y consumidoras), desplaza el eje de la comunicación de medios de uno vertical hacia uno más horizontal” (p. 303). Esto sucede también en el ámbito literario donde:
 

Si pensamos en la literatura, y tomamos el caso argentino como ejemplo, hasta los años 90, las editoriales que publicaban literatura argentina eran muy pocas y tenían exigencias insondables para los escritores jóvenes, a los que les costaba mucho publicar su primera novela (y, naturalmente, seguir publicando). (2017, p. 53)

 

Como expone Montaldo, publicar en papel requería (requiere) una serie de hazañas que hoy son resueltas por la producción en la web. Desde luego que no todo lo escrito por este soporte contiene belleza por sí mismo, convengamos que el libro tampoco. Pero si hablamos de posibilidades, las publicaciones en Internet abren un abanico de opciones tanto para escritores como para lectores. Podemos agregar la interlocución como nuevo fenómeno que permiten las redes. Existen experiencias literarias, por fuera o por dentro de las instituciones dedicadas o incluso los ámbitos educativos, donde no solo se despegaron las posibilidades materiales de leer y escribir, sino también, se descubrieron maneras innovadoras partiendo exclusivamente desde lo tecnológico. Es decir, no solo se aprovechó la popularidad, sino un movimiento de la técnica para abrir el juego a nuevas maneras que solo pueden ser realizadas mediadas por la tecnología digital, imposibles para el libro. Por ejemplo, la escritura colaborativa de poesía y los textos multimodales de interacción.

Esto es sumamente destacable y, comparte espíritu con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) utilizadas en las escuelas en función de achicar la separación entre el aula y la vida cotidiana de los estudiantes. Podemos decir que el uso de las TIC permite que convoquemos a los y las estudiantes con elementos que ellos utilizan en sus rutinas diarias. No obstante, debemos ser conscientes de que la tecnología en la educación no es innovadora si no tiene un objetivo pedagógico significativo. Es decir, no sirve de nada reemplazar el pizarrón por una pantalla táctil. El asunto es, que podemos enseñar con TIC que de otro modo resultaría muy complejo y/o difícil. Debemos reconocer que las TIC no son transformadoras de forma profunda en la educación por sí mismas. Tenemos que capacitarnos y apelar a las TIC para abrir un abanico de posibilidades en función de interpelar y convocar. Ya sea en lecturas multimodales, como las audiovisuales que permiten a alumnos con barreras de acceso a las lecturas de textos en papel, aproximarse a otras formas como, por ejemplo, las narrativas transmedia.

 

Por último, no podemos dejar de lado a la escritura de crítica literaria. Anteriormente, solo se encontraba en revistas o en la academia. Hoy podemos encontrar valiosos textos en la web, que nacieron para la web y nuevos lectores a partir de los cambios de circulación. Incluso, hay videos con exposiciones críticas en plataformas como YouTube (masiva) o Vimeo (con una sección artística y subcategoría en literatura crítica). Montaldo dice: 


La escritura crítica se hizo más legible, aunque no tenga lectores. No se trata de una paradoja —creo— sino de las nuevas condiciones de legibilidad, que se imponen cuando el acento está puesto en la circulación, entendida menos como recepción o lectura que como consumo. Creo que conviene no descuidar este aspecto. La crítica, que era una práctica muy minoritaria, comenzó también a formar parte del circuito del consumo. (2017, p. 54)

 

Esta circulación no hubiera sido posible sin las características que permite la web. Aquí encontramos un cambio significativo, encontrar crítica literaria es más sencillo, más accesible, los textos están más cerca. No hace falta dirigirse a los sitios tradicionales o comprar las revistas especializadas. Conviene señalar que es menester la formación de lectores agudos de crítica literaria, puesto que, bajo el manto institucional de los estudios superiores, la academia, el Estado y algunos autores ofrecían ciertas garantías intelectuales.  Empero es un desafío bienaventurado si el asunto es invitar a la lectura y la escritura no solo de literatura como (cuentos, novelas y poesía, entre otras) sino que los lectores puedan leer crítica literaria con un sentido amplio y crítico también, que su juicio esté mediado por la caja de herramientas necesarias para distinguir la calidad de la crítica. Por otra parte, sería interesante que los lectores con conocimientos puedan escribir sus lecturas en clave de Barthes, donde seguramente, encontraremos hallazgos atrayentes. Señalamos que esta última temática abordada, sobre la crítica literaria, y sus consumidores, refiere a un sector minoritario y poco representativo con respecto a aquellos y aquellas que buscan lecturas hedonistas o por interés. 
 

Reflexión final


Tenemos una buena oportunidad de construir puentes entre el valor estético de las obras literarias y las nuevas formas de circulación. Es fundamental apropiarnos de los medios tecnológicos, en primer lugar, por ser inevitables, y en segundo lugar porque no podemos desconocer que llegan experiencias ricas y novedosas. Bajo ningún punto de vista intento sustituir o subestimar la tradición. Solamente intentamos diagramar las avenidas para que las nuevas generaciones de lectores tengan acceso mediado por elementos conocidos por ellas. También, ser generosos con la literatura en el sentido de que su experiencia no debería limitarse al papel, o por lo menos no la deberíamos cercar nosotros, resistiendo a los cambios de circulación y producción. En la introducción realizaba preguntas acerca de la existencia de experiencias estéticas que son pensadas con exclusividad para la pantalla. Para ser honesto, desconozco su existencia. Sin embargo, me seduce su búsqueda y convido a todos ustedes al descubrimiento y la inquietud. 

 

Para finalizar, destaco que la democratización mencionada en el desarrollo requiere de creatividad y dedicación por nuestra parte en todos los ámbitos de intervención. Ya sean las escuelas, las universidades, las bibliotecas populares, las nuevas editoriales populares, los centros culturales y, por supuesto, en la interacción que tengamos en la web. Es imprescindible dar la disputa con los sectores conservadores y tradicionalistas, en función de cambiar preconceptos simbólicos acerca de la lectura y escritura mediados por los soportes digitales. Debemos apropiarnos de estos medios para acercar a todos y a todas a la experiencia estética que nos conmueve. El objetivo es pretencioso, pero vale la pena llenar a la literatura de pueblo.

 

Bibliografía

SOBRE EL AUTOR

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Diego Pereyra

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Nació en Capital Federal un lluvioso 31 de enero. Técnico Superior en Electrónica (UTN), trabajador metalúrgico. Diseñador de Circuitos Impresos (PCB) y programador por accidente. Estudiante de cuarto año del profesorado de Lengua y Literatura del ISFD N.º 39 de Vicente López. Diletante. Marxista, militó en el Partido Comunista. Sueña un mundo en donde el hombre no sea lobo del hombre. Su vida se entreteje entre los textos literarios, la lucha de clase y los circuitos electrónicos. 

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