
El presente imperfecto y la alienación en Vikinga Bonsái
por Tomás Valls
“La desvalorización del mundo humano crece en razón
directa de la valorización del mundo de las cosas”
Karl Marx
Introducción
En este trabajo nos ocuparemos de analizar cómo se representan el presente y la alienación (en sus distintas esferas y componentes) en la novela de Ana Ojeda, Vikinga Bonsái, y cómo esa alienación impacta en las formas mismas de representación. Basados en las ideas de Mijaíl Bajtín acerca de la novela como género en formación, queremos pensar el texto de Ojeda como resultado de la estilización artística de la contemporaneidad en la que transcurren los acontecimientos de la narración. La vitalidad de este género se basa en su incompletud, en su cercana zona de contacto con la contemporaneidad, en su autocrítica en tanto forma narrativa (Bajtín, 1989) y, como indica el teórico ruso, estos son los rasgos que le permiten mejor representar la realidad: “La novela es el único género en proceso de formación; por eso refleja con mayor profundidad, con mayor sensibilidad, y más esencial y rápidamente, el proceso de formación de la realidad misma” (p. 453).
En este ensayo haremos un recorte de la novela para focalizar nuestro análisis. Tomaremos el primer capítulo, “Crai: mañana, y siempre (el futuro)” y uno de los textos preliminares que forman parte de la novela como un enunciado total, no solo porque muchos de ellos presentan a los personajes de la historia sino también por su estilo y por su temática que se vinculan con la obra en un sentido completo.
Desarrollo
Estos siete días vas a tener que travestirte de madre y padre. Dejar en el cole a Pequeña Montaña por la mañana y buscarlo por lo de tu madre a la tarde, sumar llevadas y traídas a inglés, parkour, origami, maestra particular. Al súper todos los días: siempre falta sine qua non. Además, Pequeña Montaña quiere andar un rato en bicicleta. Tenés que bajar a relojear, menos confía dios y más yace. Cada noche un lavarropas y en seguida tender al aire del balcón para que no agarre tufo, ver película con él para compartir un momento, leerle capítulo de algún libro que te pida [...] Que no te queden los platos para mañana ni la barrida tampoco, el repaso del baño: menos. Tanto desasosiego cabe, tras ocho horas de oficina ganapán [...].
El retorno tras el arreglo orquestal laboral se adensa y llena de grumos, tal vez porque circula con el cerebro convertido en una lista de pendientes. Allá va Vikinga Bonsái o Bombay, muy apurada por volver, por llegar, de una vez, a chocar contra bloquecito divisorio (la bicisenda empieza acá) fuera de su lugar natural [...] Roto el manubrio, torcido el cuerno derecho a raíz de la caidita muy boluda tenés que mirar, en qué ibas pensando, se ve obligada a caminar devuelta, y a ritmo, mientras invierte aliento último en mensaje de voz para Pequeña Montaña, todo bien, Gordito, estoy yendo, en media hora maso menos estoy allá, todo bien, estoy yendo punto. (Ojeda, 2019, p. 33)
En tanto contenido aquí se ve claramente el reflejo de la alienación que sufre una madre trabajadora que debe cumplir no sólo con sus deberes laborales escindidos de aspiraciones vocacionales, creadoras y reducidos a un medio económico para la subsistencia (“ganapán”) sino también cargar con la doble explotación de las tareas domésticas y las obligaciones de crianza de un preadolescente de clase media lleno de actividades extracurriculares. Pero, ¿cómo impacta este fondo en la representación formal? Sabemos que la literatura es una forma especial de usar el lenguaje donde el qué se responde en gran medida por el cómo. Lo que tenemos son oraciones repletas de coordinaciones verbales y subordinadas (aquí la gramática nos regala una polisemia difícil de no aprovechar ya que la alienación no es otra cosa que la subordinación de lo humano a algo ajeno a sí mismo) que crean un efecto temporal acelerado. Esta velocidad narrativa asimila la aceleración de la realidad contemporánea urbana bajo el capitalismo del siglo XXI. La información circula del género del soliloquio (y aquí se representa la neurosis típica de los tiempos posmodernos), del diálogo remoto mediado por el celular y del género “lista de pendientes” (otro guiño lingüístico: de-pendientes) al género narrativo sin marcas de estilo que lo diferencien de este último. Hay cierta ausencia de distancia lingüística entre el narrador y Vikinga Bonsái (estilo indirecto libre) y entre estos dos y el lector que nos empalman con las sensaciones y pensamientos superpuestos del personaje. Estos fenómenos formales, como dice Bajtín, funcionan novedosamente con en el género novelesco:
La novela parodia otros géneros, desvela el convencionalismo de sus formas y su lenguaje, excluye a algunos géneros, incluye a otros en su propia estructura, interpretándolos y re acentuándolos. La estilización paródica de los géneros y estilos directos ocupan en la novela un lugar importante. Esa autocrítica de la novela (de los géneros literarios) es uno de sus rasgos sobresalientes en tanto que género en proceso de formación [...] Representar un acontecimiento en el mismo nivel valorativo y temporal de uno mismo y de sus contemporáneos (y por tanto, en base a la experiencia y la ficción personal) significa efectuar un cambio radical, pasar del universo épico al novelesco. (p. 451)
En este “cómo” que nos cuenta la vida cotidiana de una madre trabajadora no hay nada de solemne, de épico. La forma en la que se representa la maternidad y el trabajo en este fragmento de Vikinga Bonsái es a través de la neurosis del monólogo interno, la desgarradora “lista de pendientes” y la comunicación atolondrada del WhatsApp. Se profana lo sagrado (la maternidad) para ganar realismo; y es la novela, en tanto género en formación incapaz de petrificarse por su propio estilo dinámico y no anquilosado y autocrítico, es decir, permeable a otros géneros discursivos y a su parodización (Bajtín, 1989), el que sirve de marco para el fondo de la alienación de la realidad presente.
Para dar otro ejemplo de esto, más adelante, la narradora sintetiza de la siguiente manera los “trotes habituales” de Vikinga Bonsai: "su trote habitual enhebra Boedo-San Cristóbal-Boedo, súper chino y cama”. Estos cuatro lugares enumerados (enhebrados) representan la siguiente secuencia diaria: casa-trabajo-casa-provisiones-descanso y de nuevo al trabajo. Este relato iterativo del día cotidiano es una forma de juzgar una realidad vacía de interés, de decoro, para nuestro personaje, por eso se lo enumera concisamente, sin ornamentos. Es la vida alienada que en una madre “travestida en madre y padre” se traduce en trabajo doméstico-trabajo-trabajo doméstico-trabajo doméstico-descanso para seguir trabajando.
En la introducción dijimos que analizaríamos la representación de la alienación en sus distintas esferas y componentes. Ya vimos la enajenación en la maternidad atravesada por las condiciones laborales capitalistas. Ahora analicemos cómo se figura en la novela uno de los componentes alienantes más sofisticados del siglo XXI: la tecnología virtual. La cita a continuación revela como lo virtual irrumpe en la vida cotidiana:
Todes les comensales tienen celular, de la empresa o propio. Inteligentes y con G4 acceden de forma inmediata a las redes, ¡velocidad! Permanente con cada nuevo pedito, dedo lame superficie esmerilada. Se ejecuta entonces una danza de relevos. Par de ojos enfoca, satisface su sed, novedad curiosidad cholulez envidia, aparta. Husmea el aire compartido en busca del par de ojos que dejó atrás, con el que conversaba. Desea retomar donde dejó el interruptus. En seguida lo encuentra: braceando la profundidad de novedades calibre nimio, banal. Zombis, se enredan en una danza-desconcierto, descoincidiendo por apenas nada, segundos, lo que tarda una pestaña en volver a subir. (Ojeda, 2019, p. 30)
Esta escena nos habla de una situación típica de oficina: el tiempo del almuerzo. Sin embargo, de la comida nada se dice. Solo parecen alimentarse los dedos cuando lamen las pantallas. Podríamos completar la cita con el último párrafo de este texto preliminar: “Nadie sabe y tampoco se preguntan qué es exactamente eso que ingieren en búnker bajo tierra. Saben la cotización del dólar, actualizada y en tres decimales. Lo importante” (p. 30).
La narración se focaliza en el vínculo de los personajes con los celulares y su uso enajenante: “zombis” renombra a los oficinistas, parodiando a aquella criatura del género de terror. Sobre todo, se burla, degrada la situación: llama “pedito” a la vibración de las notificaciones y califica de banales las conversaciones. La narradora ironiza sobre la jerarquía de saberes: nadie presta atención a lo que ingieren (podríamos pensar en una alienación alimenticia), ni a las personas de alrededor que son denominadas con la sucinta sinécdoque “par de ojos”: “Lo importante” es la especulación financiera. Ironía, imágenes grotescas, burla, cambio de nombres; el lenguaje en Vikinga Bonsái está al servicio de la parodia porque de lo que se habla es de una realidad que la autora parece aborrecer. La novela de Ana Ojeda se incorpora así al género, tal como lo pensó Bajtín:
La realidad contemporánea, el presente inestable y efímero, la “vida sin comienzo ni fin”, sólo era objeto de representación en los géneros inferiores. Pero, en primer lugar, era el principal objeto de representación en el amplísimo y rico dominio de la creación cómica popular. [...] Ahí precisamente —en la risa popular— es donde hay que buscar las auténticas raíces folclóricas de la novela. [...] Ahí es donde se genera una nueva actitud radical hacia la lengua y la palabra. [...] “Ahí —en la parodia, y especialmente en las transformaciones— es donde se “contemporaniza” el “pasado absoluto” de dioses, semidioses y héroes; es rebajado, representado a nivel "de la contemporaneidad, en su lenguaje de nivel inferior. (1989, p. 466)
Vemos cómo, entonces, para (re)presentar la realidad contemporánea, Ojeda elige lo “serio-cómico”. Que la alienación humana, que la creciente atomización de la sociedad, que el consumo problemático de las redes sociales, que la superexplotación y las desigualdades de género sean asuntos serios no implica que la forma de enunciarlos requiera de la misma seriedad. Es una cuestión de distancias. La novela, si no quiere devenir en ensayo, debe acercarse al objeto de representación y es probable que, en ese acercamiento, en esa “familiarización”, aparezca la risa: cualquiera que viaje en colectivo o subte ha tenido la oportunidad de sonreírse al apreciar la cómica imagen de los muchos “pares de ojos” pegados a las pantallas, de algún audio vergonzante que se dispara involuntariamente o de alguna ridícula conversación remota. Podemos hablar de una risa ambivalente: “jovial y cáustica” al mismo tiempo (Bajtín, 1989). Y la conciencia de la enajenación puede resultar graciosa y crítica en simultáneo (de hecho, las redes sociales están llenas de memes que satirizan situaciones familiares, laborales, académicas, etc., que en otro contexto serían temas severos de conversación), y es justamente así como se figura este fenómeno contemporáneo en Vikinga Bonsái.
Conclusión
A la luz de las ideas de Mijaíl Bajtín sobre la novela quisimos analizar Vikinga Bonsái pensando en lo que el texto de Ana Ojeda tiene de contacto estrecho con la realidad contemporánea. La representación de la alienación no sólo figura en el contenido, en el argumento de la obra, también se hace a través de la parodia, de la ironía, de la burla y a través de procedimientos de la gramática textual. Son estas operaciones formales las que distinguen a la novela de otros géneros. Se puede hablar de la alienación y las múltiples enajenaciones humanas en tonos muy variados, con más o menos ímpetu, con más o menos seriedad. Pero la novela se imbuye en el presente y desde esa zona de contacto con la contemporaneidad representa su objeto. La cercanía con ese objeto es lo que favorece la risa, la cual no pierde sentido crítico. Que Vikinga Bonsái esté tan atravesada por la parodia nos habla de una concepción de la realidad a la vez paródica. La alienación es, después de todo, una forma de parodia del género humano.
Bibliografía
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Bajtin, M. (1989). Teoría y estética de la novela. Taurus.
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Ojeda, A. (2019). Vikinga Bonsái. Eterna Cadencia.
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