Cyborg: Poema VII, de Elena Anníbali
por Melanie Biffani
¿Acaso existe algo más humano que la sensación de fin del mundo? El fin del mundo está intrínsecamente conectado con el fin de nosotros, como humanidad en primera instancia, como individuos finalmente. Desde la Biblia hasta los videojuegos, el discurso apocalíptico está presente en nuestras expresiones artísticas, es un tema que parece perseguirnos, que inunda nuestro inconsciente. Apocalipsis zombies en las series de televisión y películas hollywoodenses, cuentos modernos en los que prima el miedo al regreso del más allá en pos de deformar un presente, conversaciones imaginarias con amigos en las que surge la pregunta cargada de ansiedad: ¿qué harías si hoy se acaba el mundo? Ese otro mundo posible que pareciera llamarnos de forma constante, acercando la sensación imperante de sentir la finitud de la existencia entre nosotros, o peor aún, la posibilidad de tener que ser cuando no hay otro: ¿es posible? Cyborg de Elena Anníbali nos plantea este cuestionamiento: ¿hay alguna posibilidad de existencia en un mundo en el que no hay otro con quién compartir el lenguaje?
Raúl Gustavo Aguirre, en su texto Poéticas del siglo XX, sostiene que "la poesía quiere volver a ser, como en los tiempos más remotos, un lenguaje original, una voz que surge sola, del Silencio inicial del universo para decir ella también qué es el hombre, qué puede saber y qué debe hacer" (2016, p. 13). En los poemas V y VII de Cyborg, existe un yo que se cuestiona el vacío de la existencia, ahora que ya no hay más humanos a su alrededor y por lo tanto, ya no hay nada. Ese yo que se evoca en el poema y a lo largo de todo el poemario carece de nombre, existe al cuestionarse su existencia. En contraposición a ese yo, existe Neferet, Cyborg.
En los poemas ocurre el encuentro de estas dos voces, por un lado un yo y por otro un vos (tú). Esta aceptación de percibir dos voces que enuncian en el poema, empuja a pensar en las cuestiones acerca de los sujetos textuales que problematiza Drucaroff en su texto Sobre el autor y el personaje: una teoría de las relaciones humanas. Elsa señala que en cada texto, existe una "una subjetividad atrapada, como yo, en sus coordenadas témpano-espaciales, uno que es semejante a mí a quien yo obligo, cuando hablo, a mirar el mundo desde mi centro" (p. 8). ¿Es acaso disparatado pensar que la relación que mantiene el yo lírico del poema con Cyborg/Neferet es similar a la del yo/tú que se da en los textos y a la que refiere Drucaroff?
Un otro al que yo obligo desde mi subjetividad a observar el mundo, veamos: en el poema VI el yo lírico se pregunta "¿era palabra su palabra?" (p. 16).
Se cuestiona el peso de la palabra de Cyborg/Neferet al no poder entenderla como un otro, al no concebirla como humana, como un par. Es el yo lírico quién carga de significados las palabras que aparecen en el poema, no Cyborg/Neferet. Cuando esta última habla en el poema, su voz, es la voz de un otro y aparece marcada por itálica. La distinción es visual y sintáctica, Cyborg/Neferet no pronuncia su realidad como la del yo poético, la diferencia en el lenguaje es notoria:
no nadie hubo aquí
pero ya estás conmigo
a mi alrededor
llévame
(p. 16).
Volviendo sobre algunos postulados de Raúl Gustavo Aguirre, en referencia a la poesía moderna, se desprenden dos observaciones que nos lleva a pensar en que si el autor entiende a la poesía, hasta antes del siglo XIX, como una en la que lo que resaltaba era el tema, la historia: se contaba algo con palabras bellas o en palabras del autor "ya no es, como en la Antigüedad y en el Medioevo, o hasta cierto punto también en el Renacimiento, un arte ornamental, una manera de decir de manera 'bella' algo que también puede decirse en prosa". En este sentido, el poemario de Anníbali narra la historia de un apocalipsis, es decir, hay un tema en particular que une y transita cada poema, un yo que enuncia su entorno y se cuestiona el vacío que hay en el mundo, ahora que ya no hay nada, el yo lírico lo nombra como “la Gran Destrucción” (p. 17). En cambio Cyborg/Neferet percibe el mundo desde una poética completamente moderna, su lenguaje es la única llave que tiene para poder significar y significar al otro, ya no hay nada que explicar ni contar en un mundo que carece de otros humanos. A partir de esa individualidad es que se genera su poesía, sus versos: ya no hay nadie más. No busca la comprensión literal de sus palabras puesto que simplemente es, en contraposición el yo lírico sigue buscando el entendimiento de las cosas:
Cuando pedía explicaciones
de porqué, Señor, oh, porqué
seguía vivo, o al menos, en mi conciencia,
eso que fui yo siguiera en medio
de esta alucinación material
(p. 17)
Las manifestaciones del yo lírico, son mucho más lineales, es la última voz en el mundo y se cuestiona todo desde allí: está solo y quiere respuestas de porqué. Es algo completamente entendible y lógico. En cambio, Cyborg/Neferet en el mismo poema suscita una evocación mucho más surrealista:
Kobayashi, decías, despierta, Neferet
soy acá a tu lado
soy acá
(p. 18)
Y acá suceden varias cosas: primero, aquello que Cyborg/Neferet dice, es introducido por el yo lírico, es él quien sigue siendo dueño del tiempo, de la palabra, su yo sigue siendo el centro por el cual gira el poema; segundo, el yo lírico tiene nombre sólo cuando es nombrado por ella, de alguna manera su voz no basta para significarse a sí mismo. Y allí surge otra idea absurdamente moderna, el nombre. Si de poetas modernas del siglo XX hablamos, Pizarnik es tal vez una de las más excelsas. Y precisamente, uno de sus poemas más emblemáticos tiene como eje central el nombre:
Alejandra, Alejandra
debajo estoy yo
Alejandra
(Pizarnik, p. 3)
En el caso del yo lírico del poema de Pizarnik, la soledad en la repetición del nombre, asoma como si fuese una plegaria. Debajo de él y de todas las significaciones que alberga ser alguien, existe un otro, que es la persona a la que uno menciona. En cambio, en el poema VI de Anníbali, Cyborg/Neferet, es a través de la palabra del yo poético y a la vez el yo poético es porque Cyborg está a su lado diciendo su nombre, significando:
aunque me tocara la carne
y dudara, aun así, vos
estabas ahí y me nombrabas,
decías mi nombre, alterabas
el silencio del mundo
(p. 17)
Al reconocer al otro a través de la palabra, es parte y se construye en la narrativa poética: su voz se encuentra entre las líneas y significa, transforma el mundo: decías mi nombre, alterabas / el silencio del mundo.
No es coincidencia que el poemario se titule Cyborg, si el mismo se construye después del yo poético, si lo que importa es esa segunda invención, ¿acaso ese otro que se construye a partir o desde uno? Durante todo el poemario, la presencia de Neferet va tomando más y más fuerza, va ocupando cada vez más espacio, su palabra se hace parte de la obra, cobra sentido al estar en contacto con el otro: soy acá a tu lado.
Bajtín hace referencia a que el ser humano está inserto en una conversación eterna, sobre cómo respondemos continuamente enunciados anteriores y cómo cada uno a partir de ellos configura y transforma nuevos. La creación de un yo, que solo cobra sentido al estar en relación con otro que también significa a quién habla primero y transforma su alrededor. Ambos poemas de Anníbali presentan una conversación antigua entre dos concepciones poéticas, dos yo que buscan entenderse entre ellos y que generan sentido al seguir en conversación: la transformación parece ser la clave de la palabra.
Bibliografía
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Aguirre, R. G. (2016). Las poéticas del siglo XX . Audisea.
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Anníbali, E. (2022). Cyborg. Caballo Negro Editora.
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Drucaroff, E. (1995). Mijail Bajtin, la guerra de las culturas. Almagesto.
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Pizarnik, A. (2001). Poesía (1955-1972). Lumen.
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