La realidad de las invisibles:
Las malas, de Camila Villada Sosa
por María Sol Sambugnach
Introducción
Las malas, un relato atravesado por temáticas dominantes de la literatura transgénero: identidad, discriminación, enfermedades, marginalidad, exclusión y censura por parte del estado y la sociedad. Contada desde una memoria fragmentada, donde por momentos se visitan los rincones más oscuros de un pasado cruel y devastador. Un relato de supervivencia, de recuerdos y de lucha por la emancipación; historias diversas, donde el sufrimiento, la violencia y los abusos son moneda corriente. El estigma y la exclusión de la comunidad travesti, vinculada con la delincuencia y la promiscuidad, están patentes en la novela.
En este contexto, donde la sociedad ejerce presión y ataca a la comunidad transgénero desde todos los frentes posibles, Camila Sosa Villada construye, desde su escritura, una especie de bunker, con todo aquello que no se ve, que es invisible, lo que no se dice, pero se siente. Brecht, en El compromiso en literatura y arte (1984), afirma que la pluma de los artistas está dirigida por fuerzas desconocidas y tienen la sensación que deberían agregar algo más que lo dicho “la cosa que está ante ellos se les descompone en dos cosas, una existente y otra que hay que crear, una visible y otra que hay que manifestar; ahí hay algo, y algo también se esconde detrás” (p. 262), a partir de esta frase podemos deducir que los escritores crean este bunker para manifestar lo invisible, aquello que se encuentra oculto y Sosa Villada lo construye a través del realismo mágico. Es en este concepto donde nos detendremos, tratando de visualizar de qué manera se presenta en Las malas y qué propósito esconde detrás.
Lo fantásticamente implícito
La novela comienza con un rito de iniciación, la metamorfosis de Cristian Omar, un niño que empieza a experimentar las rupturas de su cuerpo y a tomar conciencia que lleva una vida que no le pertenece. Marcado por la violencia familiar y la precariedad generada por su situación económica, se desliza por un camino en el cual emerge su nuevo ser: Camila. Este personaje es quien se encargará de narrar la historia de un grupo de mujeres trans-travestis que ejercen el trabajo sexual en el Parque Sarmiento de la Ciudad de Córdoba, Argentina, destino en el cual Camila consuma su metamorfosis. Hasta aquí la trama es puramente realista, como si se tratara de una serie de crónicas de hechos acaecidos que permiten dar cuenta de las vivencias dentro del colectivo trans-travesti. En palabras de Brecht, “unos de los rasgos típicos del realismo son el detalle realista, un cierto momento de sensualidad, la presencia de materia prima en bruto” (1984, p. 273), ese momento de sensualidad da cuenta de una afirmación hacia el más acá, un rasgo conocido, la materia en bruto serían aquellas historias que narra Camila, visibilizando una cruda realidad: “Un grupo de travestis hace su ronda. Van amparadas por la arboleda. Parecen parte de un mismo organismo, células de un mismo animal. Se mueven así, como si fueran manada. Los clientes pasan con sus automóviles […] eligen una que llaman con un gesto. La elegida acude al llamado. Así es noche tras noche” (Sosa Villada, 2019, p. 17).
En este brutal escenario delimitado por la autora, emerge con particular ingenio la fantasía. Brecht afirma que los artistas entienden al realismo justamente como algo artístico y define a continuación “el artista puede tomar frente a su arte una posición tanto realista como no realista” (1984, p. 272), a partir de esta cita podemos llegar a la conclusión que Sosa Villada opta por ambas, y que estos pasajes constituyen un intento por aprehender la dimensión material-viviente que no puede ser plenamente positivizada en el lenguaje. En este punto, uno de los personajes que adquieren centralidad es una de las travestis, la cual llamaban María la muda, que es objeto de una preciosa y a la vez devastadora transformación en pájara, aquí es donde se presenta por primera vez el realismo mágico, cuando Camila entra a la habitación de María y ésta le pide que se acerque “me mostró todo su costillar izquierdo, del que brotaban unas plumas minúsculas de color gris, como de gallina bataraza. Lloraba desconsoladamente y a mí lo único que se me ocurrió fue pasarle las manos por las plumas, pensando que se las había pegado con fana. Pero no.” (Sosa Villada, 2019, p. 86). En Las malas se percibe esta transformación con naturalidad, se crean espacios donde varios mundos travestis coexisten, el rechazo de la sociedad hacia María no es por su metamorfosis en pájaro, sino por su condición de travesti sordomuda.
Otro de los personajes que sufre una transformación fantástica es Natalí, una travesti a quien cada mes deben encerrar, porque en noches de luna llena se transforma en una lobizona: “Natalí lloraba lágrimas azules cada vez que escuchaba la canción de Julio Iglesias que llevaba su nombre y decía que era capaz de cometer crímenes espantosos en noches de luna llena si no se encerraba en aquel cuarto” (Sosa Villada, 2019, p. 103). Estamos frente a la segunda aparición del realismo mágico, donde se exterioriza el dolor físico y emocional de este personaje, que se diferencia de lo humano, pero jamás abandona su identidad transexual.
La mezcla de realidad y fantasía no altera la naturalidad de la historia. Esta deshumanización es interpretada, en forma simbólica, bajo la forma de una bestialización o metamorfosis en animal no humano, que constituye un recurso del que se sirve la autora, ese bunker del que hablábamos, para dar testimonio de aquello que se juega en un plano más material y carnal del cuerpo, ante lo cual la palabra revela su insuficiencia, aquello que se encuentra oculto, que se esconde detrás.
Todo estas representaciones, el realismo mágico que surge para dar cuenta de lo oculto detrás de las metamorfosis, hacia el final se ve desvanecido con la presencia de un realismo crudo, donde otro de los personajes, la Tía Encarna, la matriarca de esta familia, es la protagonista. Estos sentimientos y el dolor, que eran representados poéticamente a través de lo animalesco, ahora se hacen carne.
La maternidad, desde la óptica travesti, es configurada por El Brillo de sus Ojos, hijo adoptivo de la Tía Encarna, quien aparece misteriosamente en el Parque Sarmiento, es rescatado por la misma y llevado a la pensión, para vivir en armoniosa comunidad. El niño va creciendo y con él el estigma social. Cuando entra a la escuela, para que el Brillo no sufra ningún tipo de violencia, la Tía Encarna se viste de hombre, pero su identidad es descubierta y los compañeros ejercen sobre el niño una brutal discriminación. La matriarca no puede tolerar que a causa de su condición, El Brillo de sus Ojos padeciera lo mismo a lo que siempre estuvieron expuestas y decide terminar con su vida, como así también con la de aquel niño: “El bombero me dice que la Tía Encarna había dejado la llave del gas abierta y se había dejado morir junto con el brillo” (Sosa Villada, 2019, p. 218).
El final, es un desenlace trágico, devastador, mediante el cual se ve reflejado todo aquello que atraviesa la obra: la exclusión, la discriminación social, la violencia y los abusos. La Tía Encarna es empujada hacia la muerte, por una sociedad que no concibe la maternidad desde una óptica travesti, por tratar de salvar a El Brillo de sus Ojos de su trágico destino. La furia y la rabia contra la ciudad despiadada recorre los vaivenes trágicos del deseo del suicidio hasta la pasión destructiva.
Conclusiones
A través de lo expuesto, podemos deducir que el realismo mágico se presenta, de manera simbólica, para dar cuenta de los sentimientos reprimidos que posee esta comunidad trans-travesti. Lo que no se ve, pero se siente, lo que no puede ser positivizado a través del lenguaje, porque se encuentra dentro de un plano más carnal.
María la Muda representa, con su condición de pájara, un deseo de libertad, de independencia, de aceptación, refleja la belleza que se encuentra dentro del ser pero que nadie logra verla debido a su exterior. El cuerpo, como un deseo de liberación.
En contraposición al personaje anterior, Natalí, la lobizona, representa la figura de lo bestial, un cuerpo azotado por la violencia y el desprecio del mundo, motivo por el cuál muere joven. Refleja lo que la sociedad piensa de esta comunidad: son bestias, llenas de odio y de rencor; también como se sienten ellas ante el mundo, un animal que representa la fuerza, el sentido de supervivencia, que se mueve en manada, que posee dentro un lado salvaje que en ocasiones debe reprimir, en otros sacarlo a relucir, pero que al fin y al cabo las termina por destruir. En el caso de Natalí, su dolor era por partida doble: “Era dos veces loba, dos veces bestia” (Sosa Villada, 2019, p. 10). El cuerpo, concebido como una cárcel.
Llegando al desenlace de la historia, no es un dato menor que la matriarca de esta familia, la salvadora, la más guerrera de todas, la que tenía un poder de fuerza y resiliencia descomunal, la que poseía un cuerpo castigado por aquellas huellas de guerra por la que había transitado durante toda su vida y aún seguía en pie, protagonice una de las muertes más trágicas e injustas de la novela, sobrepasada por la presión social pero sobre todo desbordada por su instinto materno y protector: “La infancia y los travestis son incompatibles. La imagen de un travesti con un niño en brazos es pecado para esa gentuza” (Sosa Villada, 2019, p. 23).
No existe un realismo mágico que logre desviar la cruda realidad de las historias que se narran, no existe un bunker que soporte la presión social a las que son sometidas, no existe una vía de escape que logre desviar un desenlace trágico.
Bibliografía
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Brecht, B. (1984). El compromiso en literatura y arte. Ediciones Península.
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Sosa Villada, C. (2019). Las malas. Tusquets
SOBRE LA AUTORA
